Los vinos de la tierra, la repostería tradicional y los villancicos ‘aflamencados’ son los ingredientes de las zambombás que en diciembre se celebran por cualquier rincón de Jerez de la Frontera. Desde el siglo XVIII en la víspera del de la Nochebuena, amigos, vecinos y familiares se reúnen en los patios y corrales de las casas de vecinos y gañanías. En ellas se forma un corro alrededor de las hogueras, donde se cantan y bailan villancicos de un modo espontáneo mientras se reparte vino, anís, ponche y dulces navideños. El instrumento fundamental es la zambomba, de ahí el nombre de la fiesta.
La Zambomba tiene una diferencia fundamental con el resto de las fiestas flamencas, y es que se trata de una celebración con un fuerte carácter participativo, mientras que en las demás fiestas y juergas hay una separación entre protagonistas (cantaores, tocaores y bailaores) y público, en la zambombas todo el mundo participa cantando o tocando algún instrumento. Así se pierde el carácter individual del cante flamenco, para convertirse en un canto a coro aflamencado.
En cada calle, plaza o plazoleta resuena la ronca zambomba y el coro de improvisados tenores. Tras unos años de franca decadencia, la zambomba vuelve a estar en auge, y cada año son más las asociaciones vecinales, entidades culturales, centros educativos, partidos políticos, peñas flamencas y hermandades que organizan una zambomba. Estas son la evolución de las arcaicas que se celebraban al aire libre en casas de vecinos, donde a menudo se compartía una única cocina de Picón. Durante toda la noche se cantaba y bailaba, hasta el alba, justo a tiempo de dormir unas horas antes de continuar con las celebraciones del Día de Navidad. Se trata de una noche larga, de ahí que diga la copla “Que hay noche pa rato”.
Orígenes
La zambomba y la misa flamenca son las celebraciones más genuinas de la festividad católica andaluza. Se trata de la manifestación de una cultura oral de siglos, heredada de los mayores y oralmente transmitida de padres a hijos.
Los primeros documentos que aluden a los villancicos datan de los siglos XV y XVI, sin embargo no será hasta el siglo XVII cuando el villancico adquiere el típico carácter religioso con el que hoy se relaciona. Pero no es hasta el XIX cuando Andalucía lo dotó con ese sello personal, aflamencándolos poco a poco. Si en un principio la temática se basaba en pasajes evangélicos, la evolución ha propiciado la incorporación de episodios y circunstancias cotidianos, es por esto que algunos de ellos no se refieren especialmente a temas navideños.
Según algunos autores los villancicos y zambombas ha sido una tradición musical andaluza de carácter popular que ha vivido durante mucho tiempo a la sombra del flamenco puro, por lo que no ha tenido la relevancia necesaria y han ido desapareciendo progresivamente, hasta el punto de casi desaparecer. Restos de esta tradición son los coros de campanilleros de Sevilla, los verdiales de Málaga. Por fortuna esta dinámica ha cambiado en los últimos años, y las zambombas están cobrando el protagonismo que se les ha negado durante tanto tiempo.
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